sábado, 5 de septiembre de 2009

Devenir o el mecanismo de adaptación al medio


Cuando empecé este blog era una persona bastante diferente de quien soy hoy. En muchas cosas. En otras, sigo siendo la misma. Hace poco, como creo que os he contado, hice un ejercicio en el que me veía desde fuera. La verdad es que a simple vista, soy una chica de clase media, media-alta normal y corriente: vivo en un piso compartido, trabajo en una gran empresa, me voy a ver a mi novio que vive en el extranjero, tengo una familia respetable y una performance de género aceptable, etc. Pero, ¿eso es todo? Claro que no lo es. Lo malo es que es la tarjeta de presentación hacia la sociedad. Que la gente recalcitrante vea eso no es algo malo. A diferencia de hace 2 años, ahora no quiero chocar con mi vida. Antes era casi transparente. Era bueno, porque lo tenía todo unificado. Al conocerme 5 minutos se sabía de qué palo iba. Ahora no. Para mí es una cuestión estratégica. Si bien hace 2 años decía que no quería mártires en el movimiento (lgtb, feminista, queer, etc.), ahora digo que no quiero serlo yo. Ahora acepto que este es el mundo en el que nos ha tocado vivir. Acepto que no va a cambiar de manera sustancial a lo largo de mi vida o, al menos, en los próximos 20 años (que son la parte central de mi vida). Así que admito que me va a tocar vivir de acuerdo con sus reglas. Y quiero, por supuesto, que mi vida en él sea lo mejor posible. Ahora, eso no significa que haya renunciado a mis ideales, que ya no crea en lo que creía. Pero sí significa que me he dado cuenta de la enorme importancia de la estrategia. A veces ir a pecho descubierto no es lo mejor, para los objetivos, las personas o ambas. Admiro a la gente que lo hace, pero sé que no quiero ser una de ellas.

El lado negativo de esta nueva postura mía es que estoy intentando conciliar dos cosas dificilmente conciliables. Eso significa que tengo menos recursos y que estoy en una situación más precaria. Pero lo que más me hace sufrir es que lo que decía que era mi "carta de presentación" ante la sociedad también lo es ante los grupos activistas. Y es una carta de presentación negativa. Significa que ya no soy una de las suyas, al menos en dos vertientes: 1. Soy una vendida al sistema, 2. Soy potencialmente traidora, oportunista, no de fiar. Así que una vez más estoy entre medias: si el mainstream conoce todo de mi, me va a rechazar y el activismo me rechaza o me puede rechazar si conoce todo de mi. Supongo que esto es a lo que mucha gente se refiere cuando habla de madurar.

2 comentarios:

Begoña dijo...

Vamos a ver.

Es un hecho que en la mayor parte de movimientos LGTB, la parte de "B" en la que estás con una persona del sexo opuesto está mal vista. Es triste pero es así.

Pero de ahí no se desprende que porque mucha gente sea un poco gilipollas así, hablando en plata, la lucha por los derechos LGTBlablabla no tenga sentido, y haya que dejar de mostrar quiénes somos, y conformarse con vivir una doble vida.

Yo a eso no lo llamo madurar, lo llamo replegarse.

Y como bien dices, puede ser una cuestión de estrategia, y la estrategia es buena porque implica objetivos, medios, y plazos. Pero si no tienes objetivos, es una huida un poco rara, y no puede considerarse estrategia.

Hablas de "el mainstream" por un lado y "el activismo" por el otro, y creo que no se te escapa la ironía de que, realmente, estás hablando de dos "mainstreams": el mainstream público y el mainstream creado dentro del movimiento de activismo.

Y ese mainstream dentro del activismo está radicalizado, me da la impresión, cocido en su propio jugo. Tiene demasiada gente que se da la razón mutuamente y compite para ver quién es el ejemplo más perfecto de "fuera del mainstream". Y sus frutos son esas expresiones que intuyes recibirás vendida al sistema, potencialmente traidora, oportunista, no de fiar..

Estoy contigo en rechazar ser un mártir, pero no lo llevaría al extremo de ocultar ser un ejemplo sano de una forma de vida que es madura, consensuada, feliz y aceptable.

Y si esa forma de vida no gusta a un grupo o al otro, pues es una pena. Pero toda la idea es poder vivir como uno cree que va a ser más feliz.

No estoy de acuerdo en forzar las situaciones para que cada interacción que tengamos sea una parte de nuestro activismo. Es artificial, aburrido y resulta pedante. Pero siempre he admirado de ti y de otras personas que conozco en el activismo la apertura con la que viven su vida, incluso frente a aquellos a los que no les interesa, y sería triste pensar que cierres del todo una parte de tu persona que encuentro admirable.

Por otra parte, no es necesario en absoluto que en los primeros cinco minutos de conocerte "cualquiera" sepa de qué vas, porque las personas somos entes complejos, llenos de cualidades, sentimientos, creencias, matices, contradicciones, y la mayor parte de gente que uno se encuentra en la vida (y es tanta, tanta gente) ni está interesada ni es interesante para ti.

Hace poco he leído que es bueno cuando nos encontramos con alguien intentar aprender de esa persona: de lo que es bueno, para poder ser mejores, y de lo que no, para examinarnos a nosotros mismos.

Pero cuando encuentras a alguien que merece la pena, merece la pena también seguir siendo esa persona que somos y por la que nos gustamos a nosotros mismos. Así podemos mostrar con comodidad la parte de nosotros que nos sintamos cómodos mostrando, ni más, ni menos.

Religión, sexualidad, política, el sentido de la vida y la muerte, no son conversaciones para todos los días en la cola de la panadería, ni tienen que serlo.

Cuando es necesario hay que ser valientes. Y cuando es inútil, guardar nuestras energías para mejores batallas.

Pero ese estar "entre medias", como dices, de esos dos "mainstream" que te rechazan no tiene por qué ser algo malo, ni siquiera transitorio. Seguir la corriente es cómodo, pero buscar tu propio camino es, en mi opinión, lo que le da sentido a la vida.

¿Me pone dos baguettes?

Maeve dijo...

Bego, gracias por tu comentario! Es muy largo y elaborado. Te contesto por partes.

Yo no he dejado de presentarme al activismo como bi ni como en una relación con 2 chicos. Para mí eso es muy importante y no pienso dejar de contarlo. En el trabajo es donde no lo cuento, por razones puramente estratégicas.

Judith Butler dice: a veces simplemente sobrevivir es subversivo. Lo importante es estar, y luego ya veremos cómo lograr hacerse ver.

A lo que llamo madurar es a llegar acuerdos con el mundo. Reconoces que es como es, en vez de negarlo y luego juegas con las balanzas para ver qué combinación es la que mejor te funciona y más satisfacción te da. Es una negociación en la que tienes que renunciar a algo para obtener algo y a mí esa renuncia me ha resultado muy, muy dolorosa. Para mi supone dar a la gente la información necesaria. Antes no decía ni daba indicios acerca de a qué clase social pertenecía mi familia cuando estaba entre activistas, porque sabía que había rechazo. Me cuidaba de vestir de una manera determinada. Ahora he tomado la determinación de incluso ir vestida de oficina a las reuniones (cuando la gente va perroflauta), de rosa, con tacones o como me apetezca. Y decir dónde trabajo y todo. Si no les gusta, pues nada, a lo mejor me veo expulsada de ese entorno, pero ya no me interesa seguir escondiéndome.

En cuanto a dentro del trabajo, sí sigo la estrategia de dar la información suficiente y nada más, a menos que sepa a ciencia cierta que me encuentro en un entorno seguro. De momento sólo tengo 1 compañero con quien me siento segura. El resto de las personas me han dado a entender sin ningún género de duda que no aprueban a la gente como yo (sin saber cómo soy yo). Son mecanismos típicos.

La estrategia consiste en mostrarme cuando pueda hacerlo, porque de lo contrario temo que no pueda llegar a estar nunca. En esto estoy de acuerdo contigo: "Cuando es necesario hay que ser valientes. Y cuando es inútil, guardar nuestras energías para mejores batallas." Pero con que la sexualidad no sea algo de lo que se habla, estoy en desacuerdo. En nuestras comidas en el departamento surge entorno a 2 o 3 veces por semana. Es la razón por la cual en mi trabajo anterior dejé de comer con la gente del trabajo. Es una pena por el coste en términos de networking que supone. Por eso son tan importantes las políticas de diversidad en la empresa, para que cada persona pueda alcanzar su potencial sin frenos de este tipo. Y en eso, al menos en parte, consiste también la estrategia.